«… Y, ¿cómo se realiza este viaje interior hacia las profundidades del ser? El camino de descenso a las profundidades de nuestro ser y salida al encuentro de nuestros hermanos es cíclico y, a la vez, progresivo, hasta que veamos a Dios ‘cara a cara’. Por esto no hay auténtica mística sin ética, ni ética verdadera sin mística, ni verdadera religión sin mística ni ética. Y todo esto lo vive la persona santa en el aquí y ahora del presente de Dios.
En la conciencia de Israel, subir al monte Sinaí, también llamado Horeb, fue un suceso incluso mayor que la creación del mundo. Moisés sube al monte en el que Dios le ha dado cita, para conversar en soledad como amigos y recibir una fuerza prodigiosa que es la vocación divina. Orar es ponerse en comunión con Dios, para estar en su presencia, que nos penetra y rodea como el aire que respiramos. “Es pensar en Dios amándolo”, como decía Carlos de Foucauld; es, en definitiva, en palabras de santa Teresa de Ávila, “un trato de amistad a solas con quien sabemos que nos ama”. Esta relación puede crecer y desarrollarse desde las tentativas más incipientes hasta la intimidad más profunda, vivida en la oración continua del auténtico peregrino…
Por eso, los místicos, los que se adentran profundamente en el desierto interior, al encontrarse con el mal arquetípico, lo vencen con la ayuda de Dios. Algunos se introducen luego en el mundo de la política, de la economía, del derecho, de la cultura o en otras esferas, y su influencia en ellas es crucial. Otros comparten la vida de los más pobres, de los que carecen de privilegios o los más disminuidos. Otros sienten que su vocación es justamente orar y sufrir por la salvación del mundo.
Pero, hagan lo que hagan, son los verdaderos trabajadores sociales y ellos cambian el mundo…
José LuIs Vázquez Borau – Teólogo y escritor
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Paz y bien, caminar hacia el manantial cuenta más que beber porque la carencia es la que confiere su valor al agua , saludos y bendiciones
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