Reflexiones sobre la meditación y la contemplación

San Juan de la Cruz sigue la tradición mística cristiana que distingue dos categorías generales de oración: la meditación, que «es acto discursivo por medio de imágenes, formas y figuras, fabricadas e imaginadas por los sentidos»; y la contemplación, que «se comunica e infunde en el alma por amor, lo cual acaece secretamente a oscuras de la obra del entendimiento y delas demás potencias». La meditación es la vía del sentido dado que implica un modo de cognición a través de los sentidos y las potencias. Forma
parte de la primera etapa del itinerario espiritual de los aspirantes, probacionistas o novicios, que san Juan denomina principiantes. Esta etapa concluye cuando se supera una crisis que se describe como «noche pasiva del sentido».
El paso de la meditación a la contemplación da paso a la vía del Espíritu o vía iluminativa; es «la vía del espíritu, que es la contemplación». En la vía contemplativa hay, a su vez, dos etapas sucesivas; una etapa de contemplación inicial o purgativa,
propia de los llamados aprovechantes, y una etapa final de contemplación perfecta o unitiva, propia de los denominados aprovechados. En ella «Salió el alma a comenzar el camino y vía del espíritu, que es de los aprovechantes y aprovechados, que por otro
nombre llaman vía iluminativa o contemplación infusa». El tránsito de la contemplación purgativa a la contemplación suma o perfecta está marcado por una crisis mayor caracterizada por la aceptación de la propia nada; es la «noche pasiva del espíritu» que abre las puertas a la vía unitiva del «sumo recogimiento» o «suma contemplación» que conduce a la unión transformante. Menciona el santo otra forma superior de contemplación, la visión beatífica, pero ella se da sólo en la otra vida.
Extraído de Historia de la Meditación No-dual de Javier Alvarado
Imagen extraída de pinterest.com
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