1º Domingo de Cuaresma, Ciclo A
Acabamos de comenzar la cuaresma, que nos llevará a la Pascua, a la Resurrección, pero pasando por el escándalo de la cruz. Nos hemos de preparar a fondo para ese sorprendente paso.
La primera lectura del libro del Génesis 2,7-9; 3,1-7 nos muestra la creación del hombre por Dios, que recibe de él su aliento, pasando así de ser mera figura de barro a tener vida, de manera que, si Dios le retira su aliento, volverá a ser barro. Y lo coloca, dice en el texto, en el
jardín, para que lo cultive. El trabajo, no es pues, ningún castigo, sino la manera de colaborar con el Creador.
Ahora bien, Al don de la vida se une la presencia del mal como queda manifestado con la serpiente. Esto nos indica que hay alguien que no quiere el bien del hombre y puesto que es libre para decidirse entre el bien y el mal, pero no para determinar lo que está bien y lo que está mal, que eso lo hace Dios, finalmente sucumbe a la tentación de querer ser como Dios y el pecado entra así en la historia.
La segunda lectura tomada de Rm 5,12-19, nos muestra que, si por el misterio del mal ha entrado el pecado en el mundo, por el misterio de la cruz nos ha venido la vida nueva de la gracia abundante. Habiendo sido creados para la comunión con Dios el pecado nos impide entrar en ella y sentimos la tentación de hacer el mal.
La ley nos ayuda a enderezar nuestros pasos y a cumplir la voluntad de Dios, pero no es suficiente ya que el hombre no puede levantarse por sí mismo, pero la obediencia del Hijo que ha cumplido la voluntad del padre hasta dar la vida por todos nos ha abierto el camino de la salvación, del reencuentro con Dios, de una vida eterna. En el hemos sido creados de nuevo de ahí que él sea el nuevo Adán, cabeza de la nueva humanidad. Ahora lo que importa es que creamos en él. Solo así tenemos acceso al Padre.
El Evangelio tomado de Mt 4,1-11, nos presenta a Jesús en el desierto, tentado por el diablo, como Israel fue tentado en el desierto, pero donde Israel falló, Jesús vence. El pan remite al milagro del maná. Los judíos esperaban que el Mesías repitiera continuamente este milagro. Por eso en el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, los allí presentes proclaman: «este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo» (Jn 6,14) Pero si el pan es necesario más necesaria es la Palabra que se nos ha manifestado en Cristo Jesús.
El pueblo judío entendió al mesías como un líder que conduce al pueblo hacia la liberación social y que se manifiesta públicamente en Jerusalén, pero Jesús se manifiesta como un profeta galileo sin apariencias y que sube a Jerusalén a escondidas. La segunda tentación hace referencia a la ostentación frente a la silenciosa eficacia salvadora. Solo en la cruz Jesús se manifiesta como salvador del mal el pecado y la muerte, lo que provoca un escándalo.
La tercera tentación gira en torno al poder político-militar que el pueblo esperaba del mesías y así quedar libre del influjo romano. Pero el poder de Dios se manifiesta de otra manera y Jesús quiere encarnar y realizar ese plan.
Todo nos hace ver que Jesús fue durante toda su vida terrena, inducido a rechazar la misión que el Padre le había encomendado: la salvación a través del verdadero mesianismo y de la tarea del Siervo de Yavé.
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Padre José es sacerdote de la Orden de Predicadores y miembro activo de nuestra Fraternidad monástica virtual
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