Homilía del Padre José – 5 de enero de 2020
En la primera lectura de Eclesiástico 24,1-4.8-12, la Sabiduría se nos presenta unida a
Dios, pero al mismo tiempo distinta de él. Se identifica, como persona con la Palabra de
Dios y como símbolo con la niebla que cubre la Tierra, semejante al Espíritu de Dios
que se cernía sobre el caos primordial de la creación (Gen. 1,12)
Para nosotros, esta sabiduría es Jesucristo, Verbo encarnado, la Palabra última y
definitiva de Dios, la auténtica sabiduría hecha visible. Todo se nos ha dado por medio
de él, nos decía San Pablo en la segunda lectura de Efesios 1,3-6.15-18. Exactamente:
«nos ha bendecido por medio de Cristo con toda clase de bienes espirituales de forma
que nuestro destino es estar en su presencia como verdaderos hijos y seamos así
alabanza viva de su gloria». Vemos así, que, aunque Dios ha dispuesto la salvación del
hombre, el objetivo último de la historia de la salvación es la gloria de Dios, así lo
vemos reflejado en el Salmo 115: «no a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre
da la gloria». Dios recibe gloria cuando alabamos su Nombre Santo.
María en el Magníficat, insiste: «su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Ser alabanza “viva” del Dios “vivo” mediante la
pronunciación de su santo nombre, es a lo que nos sentimos llamados como cristianos.
Este nombre es para nosotros: “Jesús”. «le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará
al pueblo de los pecados» dirá el Ángel a José.
Este es, como nos decía el Evangelio, que es el mismo de la misa de Navidad y el del 31 de Diciembre, el Verbo que se hace carne, es decir, el que se ha hecho hombre en la debilidad, fragilidad e impotencia del rostro de Jesús, mostrándonos así el amor infinito de Dios. En él contemplamos la gloria de Dios, que no es una gloria como la de Moises, que nos dio la Ley, sino la de Jesús, que nos dio la Gracia, la cual nos hace libres porque nos convierte en hijos amados y si hijos, herederos, por voluntad de Dios.
El nuevo año que hemos comenzado, nos recuerda esta vida nueva que Jesús nos da y
que es una vida de comunión con Dios, al que llamamos Padre y de comunión con los
demás a los que llamamos hermanos. Jesús, Palabra viva del Padre nos enseña lo que vale realmente en la vida, esto es, escuchar esta Palabra que resuena en lo más profundo de nuestro ser, pues como dice San Agustín: «he aquí el gran secreto: el sonido de la palabra golpea nuestros oídos, pero el maestro se encuentra en lo más íntimo». Que la oración continua nos permita encontrarnos con el Maestro.
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Padre José es sacerdote de la Orden de Predicadores y miembro activo de nuestra Fraternidad monástica virtual
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«… el maestro se encuentra en lo más íntimo. Que la oración continua nos permita encontrarnos con el Maestro». Gracias Padre José, creo que tal cual lo dices, la continua oración nos lleva directo a Cristo en el.corazón.
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Gracias Padre Jose por esta homilia, que bien vale leerla mas de una vez y reflexionar sobre ella. Saludos desde Toronto, Canada
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